Menu Pancho Aquino Menu Pancho Aquino Menu Pancho Aquino Menu Pancho Aquino
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Sentimientos  

Ficha
5ª edición - 2011 Formato 14 x 20 cm, 128 páginas, ilustrado, a un color.
Obra de tapa: Ludovico Pérez Ilustraciones: Ludovico Pérez y Norma Cistaro.

La búsqueda
Publicado en: “Sentimientos” Edición 1999


Mariana decidió, el día que cumplió 46 años, que había llegado el momento de buscar a su padre, deseaba conocerlo.
Habló con sus hijos y les comunicó su decisión. Ellos se mostraron preocupados. Dijeron que ya no estaba en edad de andar sola los caminos y muchas cosas más.
Pero ya estaba decidida y una mañana salió de su casa sin rumbo fijo en la mente pero con rumbo fijo en el corazón.
Lo primero que hizo fue hablar con su madre para que le diera más información acerca de su padre; ella le dio los últimos domicilios que recordaba, la edad y hasta el color de su piel, para terminar con unas palabras que causaron mucho dolor en Mariana, “tu padre no te conoció, y creo, además, que no sabe que tiene una hija, así es que, ¿para qué lo vas a buscar?”
Ella partió hacia el lugar donde fue visto por última vez, allí hizo preguntas pero nadie lo recordaba, hasta que encontró a alguien que había sido su amigo.
Charlaron un rato y él le contó que hacia tres años que su padre se había marchado y que no tuvo más noticias, pero que en un poblado vecino vivía una mujer, que en otros tiempos fue su amante y que probablemente sabría dónde encontrarlo.
Allá fue Mariana, al encuentro de esa mujer; no tardó en hallarla y, al contarle su problema, ella le dio los datos que tenía, suponía que estaba con unos pescadores, que lo habían recogido porque estaba muy enfermo.
Varios fueron los días dejados atrás, pero Mariana seguía firme, cada vez más convencida de que debía encontrarlo.
Una mañana de agosto llego a un pueblo, en la costa de un ancho río, allí vio una iglesia y se acercó a hablar con el sacerdote para pedirle información.
Él la escuchó y poniendo una mano sobre la mano temblorosa de Mariana, le dijo: “hija mía, conozco a tu padre, está muy cerca de aquí”. Ella sintió una vibración en todo el cuerpo, ¡lo había encontrado!
El sacerdote siguió hablando, “vive con unos mendigos, atrás del galpón de los pescadores, no vale la pena que lo visites, seguramente ni sabe de tu existencia.
Vuélvete, hija mía, con tus hijos, regresa a tu vida”.
Dicho esto se alejó y ella permaneció llorando, en la puerta de la iglesia, vacilando.
Pero sólo fueron unos segundos. Decidida a llegar hasta el final tomó el camino hacia el galpón de los pescadores, al llegar vio que eran cuatro o cinco las personas que allí estaban. Sucios, con espesas barbas, tirados en el piso. Sintió pena, miedo y pensó en volverse, pero no lo hizo.
Tímidamente preguntó por la persona buscada, nadie contestó, pero todos se volvieron hacia el más anciano entre ellos, un hombre muy delgado, casi consumido, que mostraba en su rostro una gran tristeza.
Se acercó, le contó quién era y qué buscaba, él la miró y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Todos permanecieron en silencio. Lentamente él se levantó y fue hasta un sucio bolso, de allí sacó otro bolso más pequeño y estirando su mano dijo: “Tome hija, aquí tiene su primer babero y un escarpín que su madre me dio cuando usted era muy pequeña y también esta cadenita de oro, que compré para sus quince años. Desde entonces la llevo conmigo, esperando este momento. Yo sabía que usted vendría”.
Sin dejar de llorar él se volvió a recostar en el piso y mirándola le dijo “vaya nomás, este lugar no es para usted, gracias por venir y perdone a sus padres, no fuimos culpables, es la vida que tiene estas cosas”.
Mariana no se atrevió a besarlo y se alejó con sus regalos, apretados entre sus temblorosos dedos, con el corazón dividido entre el dolor que le causó la imagen de ese hombre y la felicidad de haberlo conocido y saber que él la esperaba.
Volvió a su casa, a sus hijos y nunca supo que aquella noche, la del encuentro, en el galpón de los pescadores, un mendigo murió …en el día más feliz de su vida.

Vos…y el otoño
Publicado en “Sentimientos” Edición 1999

Otoño… las hojas van cayendo, caprichosamente, dejando sin sombras al invierno y desnudos a los árboles.
En el suelo, una alfombra va cubriendo los raídos yuyos, que también ceden a los primeros fríos, el paisaje todo se vuelve amarillento.
Y fue en un día de otoño que me ocurrió algo mágico, increíble.
La hojarasca se amontonaba en la vereda de mi casa, en ella se entremezclaban las hojas pardas del tilo, las amarillas del paraíso, las rojizas del arce y las doradas del plátano.
Eran cientos y, sin embargo, una llamó mi atención.
Era una hoja distinta, más grande y colorida, brillante, no sé, distinta.
Antes que el viento se la llevara la levanté y comencé a observarla, y en ese instante comenzó todo.
Esta extraña hoja llevaba escrito, en forma muy clara, un nombre de mujer.
Pensé que era casualidad, pero ese nombre me recordó a un viejo amor.
Ese día pensé mucho en aquella mujer y llegada la noche guardé la hoja del plátano en mi mesita de luz y me dormí.
Al día siguiente, al despertar, tomé la hoja, quería saber si se había borrado ese nombre, pero nuevamente me sorprendió.
Llevaba escrito otro nombre de mujer, que igual que el anterior, me recordaba algún viejo amor.
Otra vez transcurrió mi día recordando cosas del pasado.
Y así, aunque parezca mentira fueron pasando los días y la curiosa hojita me iba recordando viejos amores.
Pero una mañana apareció un nombre que cambió todo, un nombre distinto, me confundió.
De cualquier manera pasé las horas pensando, soñando; pero, lo que más quería, era que llegara el próximo amanecer para conocer el nombre que traería la hojita.
El amanecer llegó.
Busque rápidamente el nuevo nombre, pero seguía impreso el mismo…como hasta hoy.
La única diferencia es que cada vez está más firme, más legible y cada mañana me sorprende leyendo ese nombre.
Ah…,¿querés saber qué nombre lleva grabado la hojita?
Te lo diré: es…el tuyo.

Tenés que haber sacado algunos cuatros, para darle valor a un diez.

Llegará el día
Llegará el día en que nos amemos por última vez,
también llegará el beso final..
Quisiera saber cuándo será ese día,
para amarte como nunca,
para quedarme en tus labios dormido
y soñar que todo es un sueño.

Una sombra
Durante toda la vida anduvimos
sin que nuestras sombras se conocieran,
pero un día se encontraron,
y hoy es hermoso, al salir el sol,
ver una sola sombra... sabiendo que somos dos.


No olvide dejar sus comentarios a Pancho Aquino !
  Ver  

Cuentos para niños de 8 a 108 IV

Cuentos, poemas, frases y reflexiones, especialmente dirigidos a resaltar la importancia de la educación, la familia y la escuela como formadores de ciudadanos libres y responsables.
 Ver mas>